Cuento 13, miércoles 24 de octubre
NICHOS BAJO LA TIERRA
uno de los fantásticos cuentos de cementerios para niños escrito por María Luisa De Francesco, un cuento sugerido para niños a partir de ocho años.
uno de los fantásticos cuentos de cementerios para niños escrito por María Luisa De Francesco, un cuento sugerido para niños a partir de ocho años.
– Cuando era niño- comenzó contando el abuelo- los pájaros más lindos vivían en los árboles del cementerio.
– Si vas a contar un cuento espera- dijo el más pequeño- nos sentamos todos. ¡Vengan! – gritó y chifló. Los ocho nietos se sentaron rodearon al abuelo.
– Bueno no sé si es un cuento. Es algo que recordé de mi infancia. Algo que creo no conté nunca. Un relato real se podría decir.
– Contanos – aplaudieron los nietos.
– Empieza en el cementerio como dije, ahí estaban los pájaros más grandes y lindos. Teníamos en esos días concurso de resorteras. Yo me había hecho una enorme, así- el abuelo señala con las manos. La había hecho especial, muy reforzada y grande. Para probarla había que ir al cementerio, en realidad a la parte prácticamente abandonada, la parte de atrás.
– ¿Cómo era?
– Inmensa. Los árboles más altos estaban ahí, por esos los pájaros grandes amaban ese lugar. Y era un lugar solitario, quieto, silencioso. Los pájaros se quedaban en los altos ciprés. Los cuidadores no iban casi nunca. Los familiares de los muertos, ya estaban muertos. Ahí nunca había flores frescas, nadie limpiaba las veredas. En fin, que se abrían las puertas sí, pero el lugar estaba abandonado. Los nichos estaban semi destruidos, algunos cajones estaban rotos porque se ve que los vándalos los rompían para sacar joyas…
– Eso no es verdad, ¿no abuelo? – preguntó el nieto mayor arrimando su silla.
– Claro que es verdad, afirmó el abuelo, existen los ladrones de tumbas. Buscan alguna joya con que hayan enterrado al difunto. Incluso buscan dientes con oro…
– ¡Qué asco!- gritería general y risas
– Hay gente que no le hace asco a nada. Recuerdo que había muchos cajones rotos.
– ¿No tenías miedo?
– Sí pero íbamos sólo a correr los pájaros, a probar las resorteras. No mirábamos mucho los cajones y los nichos. En ese lugar tan antiguo descubrimos que los nichos antes los hacían bajo tierra. Eran una especie de sótanos inmensos y abajo, apilados, los nichos con sus cajones. Pero en realidad si vos no te acercabas a las puertas de los sótanos y mirabas para abajo, no veías nada de cajones rotos y huesos tirados. Hasta ese día que escuché llorar los perritos…- el abuelo se detuvo recordando.
– ¿Y? ¿Qué perritos? Seguí contando…
– Ese día que fuimos a probar mi resortera. De pronto sentí que allá abajo lloraban unos perritos. Buscamos en todos los sótanos hasta que en uno de muchísimos cajones, vimos los cachorritos llorando. Tuve que bajar. Todavía hoy no sé cómo lo logré. Fui bajando, no había escaleras así que fui pisando los nichos y fui descendiendo. Cuando llegué vi cajones rotos, huesos expuestos y restos de muerte por todos lados. Pero sólo miré fijo a los cachorritos. Los metí dentro de mi ropa y volví a subir por donde había bajado. Fue así…
– ¿Y qué hiciste con los perritos? – pregunta la nieta pequeña.
– ¿Y por qué matabas pájaros pero salvabas perros? – argumenta el nieto mayor.
– Son muchas preguntas para un solo día- se ríe el abuelo- otro día la seguimos.
Fin
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