Lectura 16, Lunes 29 de octubre


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EL FANTASMA MOCOSO
En un lejano país, había un precioso castillo deshabitado, con un jardín enorme, lleno de columpios y juegos para niños
. Pero, ese jardín siempre estaba vacío, nunca había niños en él. ¿Por qué? Pues porque existía la leyenda de que, en el castillo, había un fantasma al que todos llamaban "El Fantasma Mocoso". 

Y os preguntaréis: ¿por qué le llamaban así? Pues porque, aunque los fantasmas suelen hacer "¡uhhh!" y arrastrar sus cadenas para asustar a la gente, éste lo único que hacía era estornudar y llenar el castillo por dentro de mocos verdes y pringosos. 

Cierto día, un niño llamado Luis, que era muy valiente y curioso, se adentró jugando con su pelota en el bosquecillo que había al lado del pueblo. Cuando se quiso dar cuenta, se había perdido, era de noche, y los lobos empezaban a aullar, así que decidió buscar un sitio seguro en el que pasar la noche. Encontró el castillo y, aunque sabía que era el castillo del fantasma, le pudo el miedo a los lobos, y entró en él. 

Enseguida comenzó a escuchar los estornudos del fantasma, pero, lejos de darle miedo, lo que le daban era risa, mucha risa. Hasta que el fantasma apareció ante sus mismas narices y le estornudó en su cara, poniéndole hasta las orejas de mocos fantasmales. Luis le regañó, y pensó: "Ahora, seguro que me convierte en rana, o algo así". Pero no, el fantasma se echó a llorar y le dijo: 

- "Por favor, niño, ayúdame; llevo 450 años con estos mocos, y estoy harto de estornudar. No sé que hacer para quitármelos". 

Luis, que ya había pasado más de un catarro, le enseñó a sonarse, a echarse suero, y le dijo que bebiese mucha, mucha agua, para curarse. El fantasma, que tenía muchas ganas de dejar de estornudar, le hizo caso: se bebió el estanque del jardín entero, gastó 300 garrafas de suero fisiológico y se sonó con todas las cortinas y sábanas que había en el castillo; y, en unos días, estuvo totalmente curado. 

En agradecimiento a Luis, arregló los jardines del castillo para que los niños del pueblo fuesen a jugar allí. Y ya nunca más le tuvieron miedo, ni le llamaron "El Fantasma Mocoso", sino "Albertito", como en realidad era su nombre.

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