Lectura 23, viernes 9 noviembre

La asamblea de las herramientas

Fábula de La asamblea de las herramientas

Adaptación de una fábula de origen desconocido

Según cuenta una curiosa fábula, un martillo, un tornillo y un trozo de papel de lija decidieron organizar una reunión para discutir algunos problemas que habían surgido entre ellos. Las tres herramientas, que eran amigas, solían tener peleas a menudo, pero esta vez la cosa pasaba de castaño oscuro y era urgente acabar con las disputas.
A pesar de su buena disposición inicial pronto surgió un problema: chocaban tanto que ni siquiera eran capaces de acordar quién tendría el honor de dirigir el debate.
En un principio el tornillo y la lija pensaron que el mejor candidato era el martillo, pero en un pispás cambiaron de opinión. El tornillo no se cortó un pelo y explicó sus motivos.
– Mira, pensándolo bien, martillo, no debes  ser tú el que dirija la asamblea ¡Eres demasiado ruidoso, siempre golpeándolo todo! Lo siento, pero no serás el elegido.
¡El martillo se enfadó muchísimo porque se sentía perfectamente capacitado para el puesto de moderador!
Rabioso, contestó:
– Con que esas tenemos ¿eh? Pues si yo no puedo, tornillo miserable, tú tampoco ¡Eres un inepto y sólo sirves para girar y girar sobre ti mismo como un tonto!
¡Al tornillo le pareció fatal lo que dijo el martillo! Se sintió tan airado que, por unos segundos, el metal de su cuerpo se calentó y se volvió de color rojo.
A la lija le pareció una situación muy cómica y le dio un ataque de risa que, desde luego, no sentó nada bien a los otros dos.
El tornillo, muy irritado, le increpó:
– ¿Y tú de qué te ríes, estúpida lija? ¡Ni en sueños pienses que tú serás la presidenta de la asamblea! Eres muy áspera y acercarse a ti es muy desagradable porque rascas ¡No te mereces un cargo tan importante y me niego a darte el voto!
El martillo estuvo de acuerdo y sin que sirviera de precedente, le dio la razón.
– ¡Pues hala, yo también me niego!
¡La cosa se estaba poniendo muy pero que muy fea y estaban a punto de llegar a las manos!
Por suerte, algo inesperado sucedió: en ese momento crucial… ¡entró el carpintero!
Al notar su presencia, las tres herramientas enmudecieron y se quedaron quietas como estacas. Desde sus puestos observaron cómo, ajeno a la bronca, colocaba sobre el suelo varios trozos de madera de haya y se ponía a fabricar una hermosa mesa.
Como es natural, el hombre necesitó utilizar diferentes utensilios para realizar el trabajo: el martillo para golpear los clavos que unen las diferentes partes, el  tornillo hacer agujeros,  y el trozo de lija para quitar las rugosidades de la madera y dejarla lustrosa.
La mesa quedó fantástica, y al caer la noche, el carpintero se fue a dormir. En cuanto reinó el silencio en la carpintería, las tres herramientas se juntaron para charlar, pero esta vez con tranquilidad y una actitud mucho más positiva.
El martillo fue el primero en alzar la voz.
– Amigos, estoy avergonzado por lo que sucedió esta mañana. Nos hemos dicho cosas horribles que no son ciertas.
El tornillo también se sentía mal y le dio la razón.
– Es cierto… Hemos discutido echándonos en cara nuestros defectos cuando en realidad todos tenemos virtudes que merecen la pena.
La lija también estuvo de acuerdo.
– Si, chicos, los tres valemos mucho y los tres somos imprescindibles en esta carpintería ¡Mirad qué mesa tan chula hemos construido entre todos!
Tras esta reflexión, se dieron un fuerte abrazo de amistad. Formaban un gran equipo y jamás volvieron a tener problemas entre ellos.

Moraleja: Valora siempre tu propio trabajo pero no olvides que el que hacen otros es igual de importante que el tuyo. Todas las personas tenemos muchas cosas buenas que aportar a nuestro entorno y a los demás.

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