Lectura 45, miercoles 30 de enero de 2019
XZ-41, el robot que quería ser humano
Desde el momento en el que XZ-41 abrió sus ojos, comprendió que él no era como los demás robots. Había algo en él que le decía todo el tiempo que era diferente, algo que le decía que no era un robot, pero tampoco un humano.
XZ-41 había sido creado por un viejo y controversial científico, el Doctor Allende, quien le había dotado de capacidades analíticas casi humanas y un sistema complejo de emociones.
En pocas palabras, Allende había creado una suerte de humanoide que no encajaba muy bien en ningún orden natural o artificial.
Por más que el Doctor Allende le tratase de explicar a XZ-41 las razones por las que él era diferente, éste seguía sin entender, y solicitaba a su creador que le cambiase, haciéndole más parecido a un robot o más semejante a un humano. Quería ser robot o humano.
Ante la insistencia de XZ-41, Allende no tuvo más remedio que replantear su estructura. El Doctor se sentía orgulloso de su creación, pero a la vez amaba a XZ-41 como si se tratase de un hijo, y no soportaba ver su sufrimiento.
Después de horas que se convirtieron en días, y días que se volvería meses encerrado en su laboratorio, Allende ideó una solución para los problemas de XZ-41: le haría humano, el humano más perfecto que la humanidad hubiera visto.
Por meses XZ-41 fue sometido a largos procedimientos. En un principio indoloros sobre circuitos mecánicos. Posteriormente, estos procedimientos comenzarían a doler, en la medida en la que XZ-41 fuese volviéndose más humano.
El Doctor Allende estaba a punto de terminar su obra, tan solo le faltaba instalar en XZ-41 un corazón, cuando cayó enfermo y murió.
XZ-41 estaba desolado por no haber sido terminado por su creador, decidió el mismo finalizar su transformación. Así que decidió tomar el corazón de Allende para instalarlo en su pecho.
Tomando un bisturí y un alto nivel de precisión, XZ-41 cortó por la mitad el pecho de Allende. Cuando lo abrió, no podía creer lo que sus ojos veían. Allende no era humano, jamás lo había sido. Allende era, como él, un robot al que su creador jamás había dado un corazón.
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